En la estrepitosa Nueva York, es usual ver a David Byrne -una de las figuras más interesantes de la música desde mediados de los años 70- en su bicicleta de ruta, paseando solo por las calles. Él dice que incluso una vez llegó en ella a un concierto que iba a dar en el Carnegie Hall. Y no es que sea un adicto al ejercicio: simplemente es un cazador de experiencias, sonidos y sensaciones.
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