¿Tan asombrosa como será El hobbit? ¿Por qué no? Jackson ya fue capaz de hacer una obra maestra del cine gore en Braindead, de producir una excelente película de ciencia ficción en Sector 9 y de medírsele sin fracasar a King Kong. El hobbit, la novela, no tiene la riqueza argumental ni las pretensiones épicas de El Señor de los Anillos, pero igual tiene su búsqueda y su tesoro, su dragón y su batallón de arañas, sus trolls y sus hombres enormes que luchan contra la inevitable decadencia de sus reinos con la tranquila dignidad de viejos guerreros orgullosos. Y claro, tiene a don Bilbo Bolsón, su hobbit.
Es que ser un hobbit no es poco. Que lo diga Peter Jackson que con Tintín siguió ganando puntos para convertirse en el productor de cine de fantasía más importante del nuevo siglo. Y que lo diga J.R.R, Tolkien, quien tuvo el descaro de vivir una vida feliz y edénica en un sitio muy parecido a la Comarca, y gozó de un matrimonio feliz y contó a sus hijos unos cuentos memorables y murió de una indigestión de chocolates a los 81 años.