martes, 7 de agosto de 2012

Braindead

¿Tan asombrosa como será El hobbit? ¿Por qué no? Jackson ya fue capaz de hacer una obra maestra del cine gore en Braindead, de producir una excelente película de ciencia ficción en Sector 9 y de medírsele sin fracasar a King Kong. El hobbit, la novela, no tiene la riqueza argumental ni las pretensiones épicas de El Señor de los Anillos, pero igual tiene su búsqueda y su tesoro, su dragón y su batallón de arañas, sus trolls y sus hombres enormes que luchan contra la inevitable decadencia de sus reinos con la tranquila dignidad de viejos guerreros orgullosos. Y claro, tiene a don Bilbo Bolsón, su hobbit.
Es que ser un hobbit no es poco. Que lo diga Peter Jackson que con Tintín siguió ganando puntos para convertirse en el productor de cine de fantasía más importante del nuevo siglo. Y que lo diga J.R.R, Tolkien, quien tuvo el descaro de vivir una vida feliz y edénica en un sitio muy parecido a la Comarca, y gozó de un matrimonio feliz y contó a sus hijos unos cuentos memorables y murió de una indigestión de chocolates a los 81 años.

Peter Jackson

Llegados a este punto, tenemos que hablar de otro hobbit ilustre: Peter Jackson. Y el que dude que don Peter es un hobbit, que vaya a Wikipedia y consulte una foto de él, sin importar si está hecha antes o después de esas dietas radicales que el hombre hace de vez en cuando tratando de contradecir a su naturaleza. O que mire con cuidado las primeras escenas de El Señor de los Anillos, donde este director genial aparece interpretando a alguien de su misma especie. Es claro. Independientemente de su estatura, Jackson es un mediano y por eso la adaptación que hizo de la obra de Tolkien es la mejor que se ha hecho de una obra literaria en toda la historia del cine. Por eso, todos sus personajes y todos sus escenarios no solamente corresponden con el espíritu de la narración, sino que la encarnan. Es increíble cómo Jackson logró coronar la apuesta imposible de penetrar en el alma de los lectores (los lectores de Tolkien tenemos un alma) y rescatar las imágenes mentales que teníamos de Frodo, de Sam, de Gandalf y de Aragorn y devolvérnoslas enriquecidas en doce horas de festín audiovisual que no desmerecen a la mejor novela de aventuras que se escribió en el siglo XX. Ni Schlöndorff interpretando a Musil, ni Hitchcock con la Highsmith, ni ningún maestro ruso intentando con Tolstói o Dostoievski llegaron tan lejos. El Señor de los Anillos —la película— está fuera de cualquier categoría. Es sencillamente asombrosa.

Beowulf

Esta inocencia fundamental, que defendió con garras y dientes hasta al final, le permitió a Tolkien legitimar la fantasía en un mundo azotado por el materialismo y la vulgaridad. Por eso se tomó la molestia de escribir un artículo donde defendía al Beowulf, diciendo que describir un dragón es preferible a hacer una larga enumeración realista de las condiciones de la vida cotidiana de la Inglaterra del siglo XII.
Su interés por la mitología también tuvo un origen lateral. Cuando se aplicó a construir los fundamentos del élfico (algo que acompañaba con otros divertimentos, como hacer crucigramas en galés antiguo), descubrió que era imposible crear un idioma sin crear primero una mitología que lo sustentara. Para ponerlo en sus palabras, porque las nuestras están condenadas a ser menos precisas: “El propósito de un idioma no es el intercambio de información, sino el diseño de un espacio donde es posible el sueño”. Enredado concepto, tal vez. Pero muy respetable, porque gracias a él tenemos el élfico y sus bases: El hobbit y El Señor de los Anillos.

viernes, 3 de agosto de 2012

'LET'S MAKE LOVE' (1960)


Marilyn Monroe se reconcilia con el romanticismo más simple
 y con el acento francés de la mano del director de actrices, George Cukor, y a ritmo de canciones más acorde con los nuevos tiempos como 'My heart belongs to daddy'. Con un aspecto más moderno y al lado de Tony Randall e Yves Montand, la banda sonora estuvo por encima del guión, pero la película funcionó estupendamente.




'SOME LIKE IT HOT' (1959)


'Debe tener un motorcito o algo así', decía Jack Lemmon al ver cómo se movía Surgar Kane, o lo que es lo mismo, Marilyn Monroe antes de subirse al tren de aquella banda de 'hot' en la que tocaba el oukelele en plena Ley Seca y con el que ganaría, por fin, el Globo de Oro. 'Some Like It Hot' es la mejor comedia de Marilyn, aunque la actriz convirtió el rodaje en tal infierno haría decir a Billy Wilder al finalizarlo: 'Por primera vez puedo mirar de nuevo a mi esposa sin que me entren ganas de pegarle por el simple hecho de ser mujer'. 



'THE SEVEN YEAR ITCH' (1955)


Marilyn Monroe es, por supuesto, 'la tentación' y la película contiene la que es su imagen más recordada: la de la actriz aplacando el calor veraniego con los respiraderos del metro de Nueva York, una escena que Billy Wilder rodó en exteriores reales para desesperación de su novio de entonces, Joe DiMaggio. Con la nimia excusa de la modorra vacacional y el tiempo libre, Wilder ironiza sobre los límites de la fantasía erótica, con ayuda de esa vecina que no es consciente de su alto voltaje sexual. 





'THE PRINCE AND THE SHOW GIRL' (1957)

'THE PRINCE AND THE SHOW GIRL' (1957) Una Marilyn deseosa de prestigio más allá de su imagen de sex symbol y en plena obsesión por el método de Lee Strasberg se trasladó al Reino Unido para rodar con Sir Laurence Olivier esta comedia de vodevil, experiencia que inspiró la deliciosa película del año pasado 'My Week With Marilyn'. La actriz fue lo mejor de un filme y demostró que, con su espontaneidad nada pretenciosa, llegaba más lejos que muchos intelectualoides.